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La victoria de China será de todo el planeta (Victory of China will be Victory of the World)

| 作者: Fu Liyuan | 时间: 2020-03-02 | 责编:
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  El virus no establece distinciones, todos estamos expuestos
  Desde que la neumonía del nuevo coronavirus comenzó a causar estragos más allá de las fronteras chinas, algo ha quedado muy claro para quienes por ignorancia o tozudez no aceptaban una verdad más grande que un templo: el COVID-19 no repara en divisiones geopolíticas, no conoce de banderas ni idiomas, y ya ha puesto en alerta a los cinco continentes con múltiples casos de pacientes infectados.
  Pero, definitivamente, no hay peor ciego que el que no quiere ver y, cumplidos más de dos meses en los que la comunidad internacional –liderada por China– ha intentado contener el brote epidémico, no sorprende que se publiquen reportajes con absurdos títulos al estilo de “China es el verdadero hombre enfermo de Asia”, “Los niños chinos permanecen en casa” , “Alerta amarilla”, “Virus chino pandamónium –en referencia a los pandas chinos” y otros que por igual podrían presentarse a un concurso del antiperiodismo y la irracionalidad. Atribuirle a esta enfermedad un carácter excluyente asociándola con China –como si de un arma biológica de la nación asiática se tratase– no solo refuta todos los postulados científicos existentes, sino que, además, echa por tierra décadas de progresos en las que presumíamos que la humanidad había dado pasos agigantados hacia la total erradicación de una auténtica pandemia como es el racismo.
  En el mundo cada vez más globalizado en el que vivimos, afrontar crisis sanitarias como la actual sin el apoyo de la comunidad internacional es una decisión temeraria a la que ninguna nación debería recurrir. La cura definitiva de esta enfermedad respiratoria difícilmente se gestará en un clima de marginación, xenofobia, sospechas y odio; más probable será que germine en un ambiente en el que prevalezca la confianza y la cooperación entre todos los pueblos del planeta. Catástrofes de esta índole no deben convertirse jamás en pretextos para juegos geopolíticos, como tampoco se justifica que el sufrimiento de un país se aproveche para implementar estrategias malintencionadas; resulta vergonzoso que estas actitudes oportunistas continúen sucediéndose en una sociedad que insiste en llamarse altamente civilizada.
  Pero la historia es cíclica hasta en sus episodios más oscuros, y hemos presenciado atónitos en el presente manifestaciones discriminatorias que se valen de la situación creada por la epidemia para lanzar golpes bajos a una nación, su gobierno y su pueblo. Todavía más llamativo es que estos comentarios envenenados provengan de la administración de un país que se ha autoproclamado estandarte universal de la democracia.
  El pasado 30 de enero, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, atacó de forma brutal y gratuita al sistema político chino y su entidad rectora, el Partido Comunista de China (PCCh). En el marco de su visita al Reino Unido, Pompeo afirmó que el PCCh "representa la amenaza cardinal de nuestros tiempos".
  El secretario estadounidense de Comercio, Wilbur Ross, por su parte, ha pregonado los beneficios económicos del COVID-19 afirmando que la enfermedad ayudará a generar empleos en Estados Unidos.
  El 6 de febrero, el director del FBI, Christopher Wray, señaló en una conferencia en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, el mayor instituto de investigación de temas globales en Estados Unidos) que ninguna nación encarna una amenaza mayor que el PCCh.
  Ese mismo día, el Fiscal General de Estados Unidos, William Barr, subrayó en una sesión de ese cónclave que China se ha erigido en el "principal adversario geopolítico" de Washington.
  No puede acusarse a China de ser responsable de esta crisis sanitaria por el hecho de que el epicentro del virus haya sido una de sus ciudades, Wuhan. En esa dirección, sin embargo, parece encaminarse –a trompicones– el discurso de estos sujetos que viven en plena Guerra Fría y, fieles a esa desfasada mentalidad, propagan teorías de juegos no cooperativos (o juego de suma cero) para fomentar la falsa idea de que el Estado chino es un contrincante estratégico de Estados Unidos, que por igual puja por la hegemonía mundial. Valiéndose de medios de comunicación que se autodefinen como paladines de la libertad de expresión, pero que en el fondo –en muchos casos– están al servicio de políticas en extremo turbias, ponen la lupa sobre los problemas de China para luego presentarlos a sus audiencias de manera descontextualizada, y crear en la conciencia popular la imagen de un país que atropella a sus habitantes bajo la égida de una entidad partidista perniciosa y cruel.
  Según versa un viejo adagio chino: “A quien pretende culpar a un inocente no le preocupa echar mano a cualquier pecado”. No es ninguna novedad que esta crisis sanitaria de China aporte leña al fuego de la envidia y la difamación de algunos que, lamentablemente, tienen a su disposición un púlpito desde el que se escucha sus voces. Sin embargo, contemplando con lástima más que resentimiento ese aborrecible espectáculo, el gobierno chino continúa entregado a su misión: eliminar cuanto antes de la faz de la tierra el COVID-19 y así cumplir con la promesa que hizo a su pueblo y a la comunidad internacional.
  La movilización sistemática a nivel nacional desmiente rumores infundados
  Una maquinaria bien engranada para guiar esta lucha
  Siguiendo las orientaciones del gobierno central y del PCCh a nivel nacional, en China se estableció, con la aparición de los primeros casos de enfermos de esta neumonía, un mecanismo interinstitucional del Consejo de Estado para la prevención y control del COVID-19. Esta iniciativa, que ha permanecido implementándose para beneficio de la población las 24 horas del día, está encabezada por el Grupo Directivo Central de Respuesta al Brote de la Enfermedad por el Nuevo Coronavirus. Han formado parte de este grupo de trabajo directivos de varios de los principales ministerios y, entre sus funciones, se ha incluido la convocatoria de conferencias para tomar decisiones consensuadas que sean eficaces en todo el país y la recopilación de recursos que luego sean distribuidos según el grado de afectación.
  Reputados expertos a pie de guerra en primera línea
  Grupos de expertos dirigidos por el reconocido neumólogo Zhong Nanshan, figura crucial en la cura del síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por sus siglas en inglés), se desplazaron hasta el epicentro de la epidemia para llevar a cabo la investigación del virus. En las jornadas que siguieron, con la constante supervisión y apoyo de las máximas autoridades de la nación, llegaron a Wuhan más de 300 equipos formados por más de 40 000 paramédicos y 1400 médicos con vasta experiencia en hospitales, particularmente en unidades de cuidados intensivos. Con la ayuda de estos especialistas, los gobiernos locales han publicado folletos que informan a la población sobre las medidas básicas de prevención del nuevo coronavirus y, paralelamente, han trazado directrices que responden a las condiciones específicas de cada región.
  Los sectores público y privado asumen misiones cruciales
  Con una población de más de 11 millones de habitantes (según el censo de 2018), Wuhan se halló –cuando se desató el brote epidémico– ante una seria escasez de camas para hospitalizar a todos los pacientes. Haciendo válido su compromiso, el gobierno de China logró concluir en un tiempo récord de 10 días el centro hospitalario Wuhan Volcán, que cuenta con una capacidad de mil camas para atender enfermos. Como lo comentó en una entrevista a El País el arquitecto español Ramón Araujo refiriéndose a esta edificación, de los chinos “es admirable su empuje, su vitalidad y su capacidad de organización con un volumen de mano de obra ingente”. Unas 7500 personas de alrededor de 80 compañías públicas y privadas (en algunos casos por designación gubernamental; en otros, de manera voluntaria) asumieron la terminación de esta obra a una velocidad supersónica. El gigantesco hospital, más que un monumento a la innovación, es una muestra del espíritu resolutivo que prima en China y de la aspiración de salvar todas las vidas que sea posible sin importar cuan adversas sean las circunstancias.
  Compañías de la industria de internet, entre ellas pesos pesados como Tencent y Baidu, han ayudado a procesar un gran volumen de información relacionada con el nuevo coronavirus para que llegue en tiempo real a la ciudadanía, no sólo china, sino mundial. Las estadísticas y reportes regulares son facilitados por 31 oficinas provinciales, así como municipales y regionales. Es este esfuerzo una prueba fehaciente de la estrecha cooperación entre el sector público y el privado.
  Retorno ordenado de la producción a la normalidad
  Mientras las directrices para el control del brote epidémico arrojan resultados prometedores, China implementa paralelamente un plan estratégico para llevar paulatinamente de vuelta a la normalidad la actividad económica en el país. Con tal fin, cientos de empresas han adoptado medidas coyunturales para reducir el personal en oficinas y fábricas. En los sectores críticos, con el fin de mantener el funcionamiento estable de toda la cadena industrial, se han ubicado funcionarios que sirven de enlace con las altas esferas del gobierno, para así garantizar la plena capacidad productiva y resolver problemas puntuales, como pueden ser la escasez de maquinaria, empleados y financiación.
  Las autoridades ferroviarias y de aviación civil también han tomado precauciones tales como la asignación de asientos separados a los pasajeros, dejando puestos vacíos entre ellos para reducir el riesgo de contagio.
  Como resultado de una campaña que ha ganado en organización y dimensiones a lo largo de dos meses, China ha conseguido reducir ostensiblemente el número diario de infectados.
  En una conferencia de prensa de la Misión Conjunta OMS-China sobre COVID-19 efectuada en Beijing, el pasado 24 de febrero, el doctor Bruce Aylward, codirector de esa misión afirmó: “En el ámbito de la preparación y la planificación, y yo sufro de los mismos prejuicios o tal vez sea una falsa concepción como muchas personas, pero, en ese ámbito, todavía existe una ambivalencia en el uso de lo que llamamos medidas no farmacéuticas. Entonces, no tenemos una vacuna, no tenemos una (solución) terapéutica, y lo escuchas repetidamente en las noticias, las personas elevando las manos al cielo, mientras que China ha dicho: De acuerdo, no tenemos esas (soluciones). Vamos a apelar a las antiguas; vamos a adaptarlas; vamos a innovar y detener este virus y salvar vidas. Y eso es lo que han hecho.”
  China cierra filas con aquellos que siembran buena fe y amor
  Desde que la enfermedad provocada por el nuevo coronavirus comenzó a robarse titulares, el esfuerzo de China, difundido por muchos medios de comunicación, ha sido motivo de elogios en la comunidad internacional; muchos pueblos y gobiernos, lejanos y vecinos, así como personalidades de todas las esferas han hecho llegar al gigante asiático un abrazo fraternal como muestra de simpatía y apoyo.
  El secretario General de la ONU, António Guterres, por ejemplo, urgió a la comunidad internacional a extender su mano solidaria a China y otros países afectados por la epidemia, y subrayó además la importancia de evitar la estigmatización de personas que no tienen culpa de haber resultado infectadas ni de provenir de la nación o el continente que ha sido foco de la epidemia. La directora del FMI, Kristalina Georgieva, por su parte, ha lanzado un mensaje de esperanza y confianza en China, al afirmar que, a pesar del impacto que sufrirá a corto plazo la economía nacional, el gobierno dispone de suficientes herramientas políticas para encarrilar nuevamente el crecimiento económico por un sendero de estabilidad. Conmovedoras fueron las palabras de Bruce Aylward en el citado encuentro con los medios de la Misión Conjunta OMS-China sobre COVID-19 que el propio epidemiólogo canadiense codirige. Muchos de los presentes en el recinto capitalino (incluido un servidor) no pudieron contener las lágrimas de la emoción.
  “Y cuando hablamos con las personas con las que estábamos trabajando en Wuhan, nos decían que ese era su deber, que tenían que proteger al mundo de esta enfermedad, que ese era su rol y que estaban cumpliendo ese rol. Y pensaba yo que es tan importante que reconozcamos, ante el pueblo de Wuhan, que es el mundo el que está en deuda con ustedes. Y cuando esta enfermedad termine, con fortuna, tendremos la oportunidad de agradecer a la gente de Wuhan por el papel que desempeñó (para erradicar el COVID-19), porque muchos de nosotros, muchas otras personas aquí, hemos sufrido, pero los residentes en esa ciudad han atravesado por un período extraordinario, y todavía lo están haciendo.”
  La cura más eficaz para epidemias de esta índole es una vacuna, pero ni la más milagrosa de todas, ni tan siquiera medicinas con un probado poder curativo podrán sanar el mal que padecen esos que gratuitamente atacan a otros en situaciones como la actual. No es la primera vez que China debe afrontar una crisis de tamaña envergadura y, como antes ya ocurriera, su pueblo valiente y decidido confía en que los grandes retos con que hoy lidia traigan grandes cambios, y que con estos la sociedad emerja más fortalecida para rebasar los obstáculos que el futuro pueda deparar. La ciudadanía y el gobierno chino, como un ente indisolublemente unido, están listos para salir triunfales de esta crisis sanitaria en territorio nacional, pero también más allá de sus fronteras, porque nunca abandonarán la cooperación con todo aquel país o región que precise de su auxilio. La respuesta de China es tan sucinta como resoluta: tenemos la confianza, la capacidad y la determinación para vencer esta epidemia.
  
  
  
  Source: CGTN en Español, March 2, 2020.
  https://espanol.cgtn.com/n/2020-03-02/DDIDAA/la-victoria-de-china-sera-de-todo-el-planeta/index.html
  
  
  Fu Liyuan is a research assistant of Department of Latin American and Caribbean Studies, China Institute of International Studies.

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